El robo de obras de arte es un fenómeno que combina elementos de descuido, violencia y resentimiento de empleados, lejos de la imagen romántica del ladrón de guante blanco. España se ha convertido en uno de los países más afectados por este tipo de crímenes, con numerosos incidentes reportados a lo largo de los años. Mientras tanto, el Museo del Louvre en París fue escenario del robo de arte más célebre de la historia en 1911, cuando la Mona Lisa fue sustraída y permaneció desaparecida durante dos años.
En muchos de estos robos, los delincuentes aprovechan lapsos de seguridad, sumado a veces al descontento de los propios trabajadores de los museos o galerías. Este contexto de inseguridad y violencia transforma el hurto de arte en un negocio arriesgado pero lucrativo. A pesar de los esfuerzos de las autoridades para proteger el patrimonio cultural, la falta de recursos y la corrupción en algunos sectores complican la recuperación de las piezas robadas, dejando un hueco en el patrimonio cultural mundial difícil de llenar.
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