La Constitución de Corea del Sur establece de manera clara que el presidente del país es el jefe del gobierno y comandante en jefe del ejército, una función que mantiene hasta el término de su mandato, salvo que se vea incapacitado para desempeñarlo o decida renunciar. Este mandato constitucional asegura que la figura presidencial concentra tanto el liderazgo político como el control estratégico de las fuerzas armadas, algo esencial en un país que enfrenta constantes tensiones geopolíticas, especialmente debido a la relación con su vecino del norte, Corea del Norte. En este marco, el presidente tiene la responsabilidad de dirigir al país en cuestiones tanto internas como externas, asegurando la estabilidad y el desarrollo de la nación.
La continuación en su rol de jefe de gobierno y comandante en jefe es interrumpida únicamente por situaciones de incapacidad o renuncia, mecanismos que requieren un proceso formal y detallado para ser llevados a cabo, lo cual evita el vacío de poder y asegura la continuidad institucional. La capacidad presidencial para influir en decisiones clave y su papel en la defensa del país son pilares fundamentales de la estructura constitucional surcoreana. Este régimen político refleja una organización que prioriza la claridad y el orden en la sucesión del poder, reforzando la importancia del cargo en un contexto internacional que puede presentar desafíos importantes a las autoridades en Seúl.
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