La crisis interna de Intel se ha agudizado con la salida de varios directivos clave involucrados en el ambicioso proyecto de fábricas de chips en Ohio, conocido como Ohio One. Este proyecto, anunciado en 2022, tenía como objetivo transformar Ohio en un núcleo industrial de semiconductores en Estados Unidos. Sin embargo, tres años después, los avances son escasos, y la compañía enfrenta ahora la pérdida de figuras estratégicas en relaciones gubernamentales y gestión de obra.
Uno de los principales directivos en partir es Kevin Hoggatt, vicepresidente de Asuntos Industriales y Gubernamentales, considerado un arquitecto esencial de la estrategia de Intel para obtener apoyo institucional. Hoggatt, en su despedida en LinkedIn, expresó su orgullo por haber ayudado a posicionar a Ohio como el futuro «Silicon Heartland». Su salida plantea interrogantes sobre la estabilidad del proyecto y la capacidad de Intel para cumplir los plazos.
Además de Hoggatt, otros directivos como Toby Starr, Sanjay Patel y Tom Marshall también han dejado sus posiciones, lo que aumenta las dudas sobre el futuro del proyecto. Ohio One fue presentado como la fábrica más avanzada de semiconductores en Estados Unidos, con una inversión inicial de más de 20 mil millones de dólares. No obstante, se estima que no estará operativa hasta 2031, casi una década después de lo planeado.
Intel enfrenta también un contexto complicado con recortes en su complejo de Oregón y una intensa competencia internacional. A pesar de las subvenciones millonarias recibidas a través de la Ley CHIPS, la ejecución de sus proyectos no avanza al ritmo esperado. Este estancamiento pone en cuestión la capacidad de Estados Unidos para reducir su dependencia de Asia en la producción de chips.
La situación de Intel trae consigo un debate sobre la estrategia de reindustrialización tecnológica de Washington. La falta de resultados visibles en el proyecto de Ohio erosiona la narrativa oficial y complica el objetivo de revitalizar la producción local de semiconductores. Expertos advierten que la salida de directivos como Hoggatt dificulta la obtención de apoyos adicionales y genera desconfianza en el ecosistema industrial.
Por otra parte, informes de Oregón reflejan despidos masivos y recortes, mientras competidores como Samsung y TSMC captan talento experimentado, incrementando la presión sobre Intel. En este contexto, la percepción del sector ha cambiado: trabajar en Intel ya no ofrece la estabilidad y prestigio de antaño, y los profesionales buscan ahora oportunidades más dinámicas.
A pesar de los problemas, el discurso oficial mantiene el optimismo sobre el impacto transformador del proyecto en la economía local. Sin embargo, el horizonte de 2031 obliga a moderar las expectativas. En respuesta, Ohio busca diversificarse mediante programas de formación y acuerdos con otras compañías, aunque la incertidumbre persiste.
La salida de figuras destacadas marca un punto de inflexión en Ohio One y en la estrategia de Intel para recuperar su posición en la industria global de semiconductores. La capacidad de la compañía para cumplir sus promesas determinará si el llamado Silicon Heartland se materializa o se convierte en una oportunidad perdida.
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