Intel Corporation enfrenta una de sus crisis más profundas en décadas. Bajo el liderazgo del nuevo CEO, Lip-Bu Tan, la compañía, que solía liderar el mercado de semiconductores, busca recuperar la estabilidad tras perder terreno frente a AMD y quedar al margen de la revolución de la inteligencia artificial.
Con sus acciones actualmente en torno a $22.52, Intel ha visto caer su valor más del 60% desde los picos de 2021. Enfrentando una pérdida masiva de cuota de mercado y sin presencia en el floreciente sector de la IA, la empresa reporta cuatro trimestres consecutivos de pérdidas netas.
Tan, quien asumió la dirección en marzo tras la salida de Pat Gelsinger, ha implementado una reestructuración significativa, incluyendo recortes de personal y reducción de gastos operativos. Esta estrategia busca revivir a un gigante que ha perdido su ventaja competitiva.
En el primer trimestre de 2025, aunque Intel superó las expectativas de ingresos con $12.67 mil millones, reportó una pérdida neta de $800 millones. La guía para el segundo trimestre proyecta ingresos inferiores a las expectativas de Wall Street y una mayor pérdida por acción. Según David Zinsner, CFO de Intel, estas previsiones responden a «políticas comerciales muy fluidas» y riesgos regulatorios.
La ausencia de Intel en el mercado de GPUs y su incapacidad para capitalizar la inteligencia artificial han permitido que Nvidia lidere el sector. Mientras que AMD también ha avanzado, el chip Gaudi 3 de Intel apenas proyecta $500 millones en ventas para 2025, una cifra mínima comparada con los $57 mil millones que Nvidia espera generar en su división de centros de datos.
Por otro lado, AMD ha erosionado la posición de Intel en CPUs, capturando el 35.5% del mercado x86. Procesadores como el Ryzen 7 9800X3D han dominado entre consumidores, reflejando la transformación exitosa de AMD en la industria.
La estrategia de reestructuración de Tan incluye reducir gastos operativos a $17 mil millones en 2025 y a $16 mil millones para 2026. Además, ha remodelado el equipo directivo y establecido un régimen de trabajo presencial, destacando un cambio hacia una mayor rendición de cuentas.
Intel también está apostando por convertirse en un foundry, ofreciendo servicios de manufactura a terceros, en un intento por diversificar ingresos. Sin embargo, la división reportó pérdidas significativas, poniendo en duda la viabilidad de esta estrategia.
El apoyo del gobierno de EE.UU. es un rayo de esperanza. Intel firmó un acuerdo para recibir hasta $7.86 mil millones bajo la Ley CHIPS, aunque con obligaciones de inversión y producción que añaden presión.
La percepción en Wall Street es cautelosa. Mientras algunos ven a Intel como una oportunidad de valor, otros advierten de riesgos estructurales profundos. Técnicamente, la empresa opera en niveles cruciales y requiere una mejora decisiva para revertir la tendencia bajista.
El futuro de Intel dependerá de su capacidad para innovar tecnológicamente, estabilizar su cuota de mercado y hacer viable su modelo de foundry. A medida que se reestructura, la paciencia será clave para los inversores que consideren esta acción.
En resumen, Intel está en un punto de inflexión crítico. El camino hacia la reinvención y competitividad en la era de la inteligencia artificial determinará el futuro de la empresa y su posición en una industria vital. Bajo Lip-Bu Tan, el gigante está haciendo cambios fundamentales, pero los resultados tardarán en verse.
