En un paso innovador hacia la sostenibilidad tecnológica, China ha inaugurado en Shanghái lo que se describe como el primer centro de datos submarino (UDC) impulsado por energía eólica marina. Ubicada cerca de la zona especial de Lin-gang, esta instalación pretende utilizar el océano para disipar calor y obtener electricidad casi totalmente renovable de parques eólicos offshore. Con una inversión de 1.600 millones de yuanes (226 millones de dólares), el proyecto tiene una capacidad proyectada de 24 MW y promete reducir el consumo energético en un 22,8% en comparación con centros terrestres equivalentes.
La iniciativa arranca con una primera fase de 2,3 MW, llegándose a 24 MW en su primera versión comercial completa. No es un simple prototipo; se trata de un sistema modular que permite su expansión a través de celdas. Los servidores se alojan en cápsulas resistentes a la corrosión, ubicadas a 35 metros de profundidad, donde la temperatura estable y las corrientes marinas actúan como sumideros térmicos, reduciendo significativamente la energía necesaria para refrigeración.
El proyecto cuenta con el apoyo de un consorcio estatal y empresas locales con experiencia en eólica marina y telecomunicaciones, asegurando un suministro eléctrico cercano y confiable. La propuesta se enmarca en un contexto donde la demanda de computación intensiva para IA y servicios digitales está en auge, mientras que los recursos de suelo y agua dulce son escasos en las grandes ciudades.
Sumergir un centro de datos representa varias ventajas: se logra una refrigeración pasiva eficiente, se disminuye la ocupación de suelo terrestre y se prescinde del uso de agua dulce, uno de los recursos en competencia en climas cálidos. Además, la integración con energías renovables permite que más del 95% de la electricidad sea verde, evaluando un PUE (Power Usage Effectiveness) objetivo de 1,15, significativamente mejor que el promedio de 1,25 de los centros chinos hasta ahora.
El UDC de Lin-gang está diseñado en cápsulas herméticas de acero anticorrosión que albergan servidores y redes. La estación costera se encarga de la gestión de energía, conectividad y operación remota, mientras que los sensores monitorizan condiciones como temperatura y vibración para asegurar la integridad del sistema.
A pesar de sus beneficios, el desafío radica en las operaciones y mantenimiento, necesitando logística marina y planificación precisa para la sustitución de hardware y actualización de componentes. Se plantan estrategias como la modularidad para facilitar el mantenimiento, pero esto requiere coordinación para evitar la interrupción del servicio.
El modelo de China, aunque se inspira en experimentos como el Project Natick de Microsoft, representa un adelanto comercial combinado con energía eólica marina desde su concepción. A futuro, se prevé que este enfoque podría replicarse en otras regiones, como Europa o América, donde existen áreas de desarrollo eólico y marítimo, ajustándose a las regulaciones ambientales y sociales más estrictas.
Este avance subraya un cambio en cómo se podría operar la infraestructura digital en el futuro, usando soluciones pragmáticas que no solo sean técnicamente viables sino sostenibles y económicamente competitivas. Aunque el proyecto aún está bajo evaluación, sus logros pueden marcar un patrón para futuros desarrollos que busquen resolver parte del creciente consumo energético en el sector tecnológico.
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