En los últimos años, se ha intensificado el debate sobre el liderazgo masculinizado en el ámbito profesional, un modelo que en muchas ocasiones limita el crecimiento y el potencial de las mujeres en sus entornos laborales. Se ha comenzado a reconocer que ciertos perfiles autoritarios y dominantes no solo frenan el desarrollo de un equipo diverso, sino que también pueden generar un ambiente hostil y abusivo para las mujeres. Este liderazgo, que se ha considerado por mucho tiempo como la norma, está siendo cuestionado, promoviendo la idea de un cambio hacia modelos más inclusivos y colaborativos, donde las habilidades y talentos individuales se valoren adecuadamente.
Este reconocimiento es parte de un movimiento más amplio que busca empoderar a las mujeres, promoviendo espacios más equitativos y justos. Existen iniciativas que luchan por transformar las dinámicas de poder tradicionales y proponen un liderazgo que valore el respeto y la cooperación. Este cambio no solo beneficia a las mujeres, sino que también enriquece las organizaciones, al fomentar una convivencia laboral sustentada en el respeto mutuo y la igualdad de oportunidades. La esperanza es que, mediante la concienciación y el cambio de estructuras, se logre erradicar prácticas abusivas y se potencie el talento sin importar el género.
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