Vivimos en un mundo donde las noticias inverosímiles de maldad pura se entrelazan con lo cotidiano, difuminando la línea entre lo importante y lo trivial. En Myanmar, la junta militar lanzó bombardeos sobre zonas rebeldes apenas unos minutos después de un terremoto, mientras que en Gaza, un ataque israelí destruyó cinco ambulancias, un camión de bomberos y un vehículo de la ONU, resultando en la muerte de 15 trabajadores médicos. Estos sucesos atroces se mezclan con trivialidades diarias, restando atención y urgencia a tales eventos. Este fenómeno es reflejo de cómo la humanidad parece haber perdido la brújula sobre qué merece verdadera atención y justicia.
En otro ámbito, la mezcla de maldad y estupidez se evidencia en las políticas migratorias de la Administración de Trump. La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, posó ante una celda de El Salvador repleta de deportados, supuestos integrantes de las bandas Tren de Aragua y MS-13, sin juicio previo. Errores abominables han salido a la luz, como el caso de Kilmar Abrego García, un salvadoreño erróneamente deportado. Otro ejemplo es el venezolano Andry José Hernández Romero, deportado por un tatuaje que no corresponde a una afiliación criminal. Estas situaciones reflejan una alarmante falta de cultura general y sensibilidad en las autoridades, que han llevado a inocentes a situaciones de peligro y abandono injustificados.
Leer noticia completa en El Pais.