Inglaterra ha consolidado su apuesta por la profesionalización del rugby femenino al conquistar el Mundial tras un desempeño impecable en la final contra Canadá. Las Red Roses, que han sido pioneras en firmar contratos profesionales desde hace casi una década, desplegaron su supremacía en la catedral londinense de Twickenham, asegurando el título con un contundente 33-13. En un evento que rompió récords de asistencia con 82,000 espectadores, Inglaterra culminó un torneo inmaculado, asegurando su segundo título mundial al superar a Canadá, la misma escuadra que vencieron en 2014. Este triunfo también representa una revancha, logrando el objetivo tras perder la final contra Nueva Zelanda en el último campeonato.
El partido tuvo momentos de tensión cuando Canadá mostró su determinación, pero la profesionalidad y la preparación de las inglesas prevalecieron. Canadá, que financieramente tuvo que recurrir a crowdfunding para su participación, logró un inicio prometedor con un ensayo temprano de Asia Hogan-Rochester. Sin embargo, las Red Roses, lideradas por figuras como Ellie Kildunne y Amy Cockayne, demostraron su dominio con una serie de ensayos determinantes. La robusta estrategia de Inglaterra, basada en su fortaleza física y técnica, dejó sin opciones a Canadá, pese a su espíritu combativo. Con esta victoria, Inglaterra destierra cualquier duda sobre su posición como líder mundial del rugby femenino, cerrando una década de hegemonía con una contundente afirmación de su estatus global.
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