Un reciente estudio de la Universidad de Vanderbilt, publicado en la revista Nature Cities, revela que la luz artificial extiende la temporada de crecimiento de las plantas en las ciudades hasta tres semanas más que en áreas rurales. Análisis satelitales de datos de 428 ciudades en el hemisferio norte, obtenidos durante siete años, sacaron a la luz esta tendencia.
La urbanización acelera el aumento de temperaturas y luminosidad en las ciudades. Los materiales urbanos, como los edificios y el hormigón, absorben y emiten calor, generando el fenómeno conocido como islas de calor urbanas. Estas áreas presentan temperaturas más elevadas, tanto diurnas como nocturnas, en comparación con las rurales.
En la última década, se ha registrado un aumento del 10% en la luz artificial nocturna de las ciudades. Tanto la luz como la temperatura son cruciales para regular las temporadas de crecimiento de las plantas. Este aumento provoca que los árboles urbanos florezcan y broten antes en primavera y tarden más en cambiar de color en otoño, en comparación con los árboles rurales.
El equipo de investigación, liderado por Lin Meng, analizó datos entre 2014 y 2020 de grandes ciudades como Nueva York, París, Toronto y Pekín. Compararon la información sobre luz artificial nocturna, temperatura y temporadas de crecimiento. Descubrieron que la luz artificial nocturna influye más en el inicio y fin de las temporadas de crecimiento que las variaciones de temperatura.
Las ciudades experimentan un inicio de crecimiento vegetal 12,6 días antes que las zonas rurales y prolongan su temporada 11,2 días más. Aunque el patrón es generalizado en el hemisferio norte, se identificaron diferencias regionales. Europa es quien inicia primero la temporada, seguida de Asia y Norteamérica, esta última con los mayores niveles de iluminación.
Este fenómeno varía según zonas climáticas; su impacto es más notorio al inicio de la temporada en climas templados y veranos secos. Sin embargo, el efecto al final de la temporada es consistente entre ciudades. Los investigadores advierten que la reciente transición a iluminación LED podría alterar aún más este impacto.
Meng y su equipo sugieren que los futuros planes de infraestructura urbana deberían contemplar una iluminación que minimice el efecto sobre la vegetación, manteniendo al mismo tiempo las necesidades funcionales de las ciudades.