En un entorno mundial rápidamente digitalizado, la infraestructura tecnológica emerge como un pilar esencial para el desarrollo económico, la seguridad nacional y la independencia de las naciones. Este escenario plantea desafíos significativos para Europa, que depende en gran medida de empresas estadounidenses y chinas para servicios vitales como el almacenamiento en la nube, las telecomunicaciones y la inteligencia artificial. La urgencia por respaldar a empresas de infraestructura completamente europeas se vuelve imperativa, no solo por motivos económicos, sino también para asegurar la soberanía, sostenibilidad y resiliencia del continente.
Una de las piezas clave en esta estrategia es recuperar la soberanía digital. La dependencia de empresas extranjeras implica una cesión del control sobre los datos y sistemas críticos. Corporaciones como Amazon Web Services, Microsoft Azure y Alibaba Cloud, aunque dominantes en sus sectores, están regidas por legislaciones de sus países de origen, lo cual puede ir en detrimento de los intereses europeos. Por ejemplo, el CLOUD Act de Estados Unidos otorga al gobierno el acceso a datos en posesión de empresas estadounidenses, sin importar su localización geográfica.
Europa tiene la oportunidad de recobrar el control de su futuro digital al respaldar a empresas locales como Deutsche Telekom, Orange, Stackscale, OVHcloud y SAP. Estas compañías no solo operan bajo regulaciones europeas, sino que también están comprometidas con la protección de datos y la privacidad, principios enraizados en el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR).
La sostenibilidad es otro aspecto fundamental donde Europa ya ha marcado un liderazgo global con propuestas como el Pacto Verde Europeo. Las empresas tecnológicas del continente están avanzando en el desarrollo de infraestructuras más sostenibles. OVHcloud, por ejemplo, lidera la innovación en sistemas de refrigeración líquida para reducir el consumo energético en sus centros de datos, mientras otras compañías invierten en energías renovables.
Esta apuesta por la sostenibilidad contrasta con la realidad de muchas empresas estadounidenses y chinas, que operan en entornos con regulaciones ambientales menos exigentes. El apoyo a las empresas europeas no solo impulsa la innovación local, sino que también contribuye a un futuro más verde y sostenible.
La reciente pandemia de COVID-19 y la crisis energética han subrayado la relevancia de contar con cadenas de suministro y tecnologías resilientes. La dependencia de proveedores extranjeros de infraestructuras críticas deja a Europa expuesta a vulnerabilidades en contextos de crisis geopolítica o económica. La tensión entre Estados Unidos y China, que ha resultado en restricciones tecnológicas y comerciales, es un claro ejemplo de estas dinámicas.
Invertir en infraestructuras europeas no solo genera empleo y fomenta la innovación, sino que también refuerza la autonomía estratégica del continente. Empresas como Nokia y Ericsson en telecomunicaciones, o Accenture en servicios de TI, demuestran que Europa puede competir a nivel global con productos de alta calidad y tecnología puntera.
El respaldo a las empresas europeas es, asimismo, una oportunidad para catalizar el crecimiento económico y la innovación. El ecosistema tecnológico europeo es vibrante, con un sinfín de startups, centros de investigación y empresas consolidadas que están creando soluciones innovadoras en inteligencia artificial, 5G, ciberseguridad y computación cuántica. Sin embargo, para rivalizar con los gigantes estadounidense y chino, estas empresas requieren de más apoyo en términos de inversión y políticas públicas favorables.
La apuesta por infraestructuras 100% europeas no deben ser vistas como un gesto proteccionista, sino como una estrategia astuta para asegurar la soberanía digital, promover la sostenibilidad y fortalecer la resiliencia en Europa. En un mundo donde la tecnología es un factor crucial del poder, Europa tiene la oportunidad y la responsabilidad de dirigir su propio destino digital.
Este es el momento para que gobiernos, empresas y ciudadanos europeos enfoquen sus esfuerzos en soluciones locales, no solo para proteger intereses, sino para edificar un mañana más seguro, sostenible y próspero. La tecnología es el motor de nuestro futuro, y ese futuro debe, indiscutiblemente, ser liderado por Europa.