La reciente Cuarta Cumbre Global sobre la Economía Creativa celebrada en Tashkent, Uzbekistán, ha puesto de relieve la creciente importancia de la «economía naranja» en todo el mundo. Con una asistencia de más de 14.000 personas, la conferencia reunió a figuras notables como la supermodelo Naomi Campbell y ministros de diversos países, quienes debatieron sobre cómo capitalizar la cultura y la creatividad como impulsores económicos. Para América Latina, un continente con reconocidos exponentes culturales como Shakira y Gael García Bernal, el reto no es la falta de talento, sino el desarrollo de estrategias que generen valor económico local de manera sostenible. Felipe Buitrago, ex ministro de cultura de Colombia, señaló que gran parte del talento latinoamericano es exportado, lo que deja un vacío en la capacidad de generar un valor duradero dentro de sus economías.
El potencial de las industrias creativas en América Latina es significativo, generando ingresos significativos a pesar de su alto nivel de informalidad laboral. Según Eliana Prada, experta del BID, cerca de una cuarta parte de los trabajadores en este sector son informales, lo que indica la necesidad de políticas gubernamentales para integrar mejor a estos trabajadores y fomentar el crecimiento de las PYME creativas. La cumbre también subrayó cómo la economía creativa se interrelaciona con la sostenibilidad y el cambio climático, aspectos esenciales en las culturas latinoamericanas donde los recursos naturales influyen en sus historias y tradiciones. En este contexto, la economía creativa no solo promete superar la «trampa de los ingresos medios», sino también ofrece un camino hacia soluciones ambientalmente sostenibles y un futuro económico más inclusivo y prometedor para la región.
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