La Conferencia sobre Diversidad Biológica de la ONU, conocida como COP16, celebrada en Cali, Colombia, culminó de manera inusual con la suspensión de las negociaciones, debido a la falta de quórum en la plenaria final. Esta decisión inédita dejó aplazada una discusión crítica sobre cómo movilizar los recursos financieros necesarios para frenar la pérdida de biodiversidad, un pilar fundamental del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, firmado dos años antes. Solo 44 países, de los 196 participantes, habían presentado sus planes nacionales para cumplir con los objetivos de protección del 30% de los ecosistemas globales para 2030, sin lograr avances significativos en el financiamiento necesario para este ambicioso propósito.
A pesar de la falta de consenso económico, la COP16 logró pasos importantes, como la creación del Fondo de Cali. Este mecanismo busca que las compañías que se benefician de la biodiversidad, especialmente aquellas que desarrollan productos a partir de información genética, contribuyan financieramente a las comunidades originarias de dichas especies. Además, la conferencia fue un hito para la inclusión de comunidades indígenas y afrodescendientes como asesores permanentes en las negociaciones, destacando su papel en la conservación de la naturaleza. Así, mientras algunos consideran la COP16 un éxito por estos logros sociales, otros la ven como insuficiente dada la incapacidad de llegar a un acuerdo financiero integral, esencial para el éxito a largo plazo de las metas de biodiversidad global.
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