En respuesta a los efectos del cambio climático, la industria de la moda está experimentando una transformación significativa a nivel global. Las elevadas temperaturas y los cambios en las estaciones tradicionales están forzando a diseñadores y fabricantes a adaptarse a realidades más extremas, donde los inviernos son menos fríos y los veranos alcanzan temperaturas récord. Clara Tomé, embajadora del Pacto Europeo por el clima, destaca que la moda está tendiendo hacia prendas más ligeras y versátiles, reflejando un enfoque más funcional y atemporal. Este cambio no solo responde a las crecientes exigencias de un clima impredecible, sino también a una creciente demanda de sostenibilidad, en la que los consumidores buscan piezas duraderas y adaptables, una tendencia que plataformas como TikTok han comenzado a fomentar a través de microtendencias pasajeras.
Las empresas del sector, sin embargo, se enfrentan al desafío de implementar reformas estructurales profundas más allá de las medidas superficiales actuales, como el uso limitado de poliéster reciclado. Iniciativas como la Estrategia para textiles sostenibles de la Unión Europea y el Reglamento de ecodiseño para productos sostenibles están presionando a las compañías a replantearse sus prácticas, desde la obtención de materias primas hasta los procesos de reciclaje, con el objetivo de reducir el impacto ambiental. Tomé subraya la importancia de que los consumidores también desempeñen un papel crucial, absteniéndose de apoyar la moda rápida y promoviendo el consumo consciente. Adicionalmente, prácticas como comprar ropa de segunda mano o valorizar lo que ya se tiene en el armario son opciones viables que contribuyen no solo a reducir el impacto ambiental, sino también a recuperar una creatividad personal que a menudo se pierde en la vorágine de las tendencias pasajeras.
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