En la reciente cumbre del G20 celebrada en Río de Janeiro, los líderes globales se reunieron para discutir temas de relevancia internacional, mientras que la sombra de Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos, influía sin estar presente físicamente. Con sus políticas de aislacionismo, Trump ha generado un ambiente de incertidumbre, pues prefiere relaciones bilaterales en lugar de consensos internacionales, lo que podría afectar el futuro funcionamiento del G20 y de la cooperación multilateral que promueve el anfitrión brasileño, Lula da Silva. En medio de esta dinámica, los líderes debatieron sobre las sanciones y conflictos actuales, como la guerra en Ucrania, donde el saliente presidente estadounidense, Joe Biden, autorizó ataques a Rusia, lo que podría complicar aún más las relaciones internacionales.
Además del panorama geopolítico complicado, la cumbre del G20 también trató temas críticos como la lucha contra el hambre. Lula da Silva impulsó la creación de la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, un esfuerzo respaldado por 81 países y diversas organizaciones internacionales, que busca enfrentar la grave inequidad alimentaria global que afecta a millones de personas. Sin embargo, la cumbre no logró avances significativos en cuestiones como los impuestos a las grandes fortunas o la lucha contra el calentamiento global, en parte debido a la oposición de figuras como Javier Milei, presidente electo de Argentina, y las políticas de Trump. En un mundo cada vez más polarizado, la necesidad de cooperación internacional es más urgente que nunca, aunque los resultados de la cumbre sugieren un camino turbulento por delante para el G20.
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