El mundo financiero y geopolítico ha experimentado un cambio drástico tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el 5 de noviembre. Con los republicanos dominando el Congreso, se vislumbra un futuro económico internacional incierto para 2025. Trump, conocido por su capacidad para alterar paradigmas, ya dejó una marca notable durante su primer mandato, y su regreso plantea desafíos tanto para Estados Unidos como para el contexto global. La política económica ahora se centra en una mezcla de proteccionismo y políticas industriales, alejándose de la visión neoliberal que priorizaba el comercio global. Este enfoque podría llevar a un aumento de aranceles y restricciones migratorias, lo que sumado al crecimiento de la demanda interna de EE.UU., podría influir intensamente en la economía mundial, generando tanto oportunidades como riesgos de inflación y desaceleración en el comercio internacional.
Europa, dependiente del comercio exterior, se enfrenta a incertidumbres agravadas por la potencial política arancelaria de la nueva administración estadounidense. Con economías como Alemania y Francia atravesando crisis políticas e industriales, y una zona euro con un crecimiento estimado de solo el 0,8% en 2025, la región busca maneras de contrarrestar sus vulnerabilidades. El dinamismo de China, que intenta revertir su dependencia de la demanda exterior, y su relación económica con EE.UU. también son factores críticos en este entramado global. El año 2025 está proyectado como un año de transición, donde las políticas internacionales, el proteccionismo y las tensiones geopolíticas podrían reconfigurar las estructuras económicas mundiales. Analistas advierten que, a pesar de los escenarios inciertos, lo que parece seguro es que la brecha de crecimiento económico entre EE.UU. y Europa se seguirá ampliando, afectando la normalización de los tipos de interés y la estabilidad económica global.
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