Donald Trump ha desatado una serie de respuestas internacionales tras la imposición de nuevos aranceles a las importaciones de Canadá, México, China y la Unión Europea. Canadá reaccionó rápidamente con aranceles de represalia por valor de 150.000 millones de dólares, mientras que México, bajo la presidencia de Claudia Sheinbaum, ha prometido «medidas arancelarias y no arancelarias» como respuesta. La Unión Europea, preocupada por las posibles perturbaciones económicas, ha advertido que también tomará represalias si los aranceles se extienden a sus productos. Estas acciones reflejan la creciente tensión en el comercio internacional, con economías como las de Alemania mostrando reticencia y líderes europeos, como la primera ministra italiana Giorgia Meloni, intentando mantener una relación diplomática con Estados Unidos.
Trump justifica esta medida alegando la necesidad de proteger la economía estadounidense ante lo que considera una emergencia nacional relacionada con la droga del fentanilo y la inmigración ilegal. Argumenta que los aranceles fortalecerán la economía del país, citando un estudio que sugiere que estas medidas han creado empleo en el sector del acero. Esta política no ha sido bien recibida en todos los sectores; las industrias han criticado el impacto negativo en sus operaciones, señalando empresas como Zekelman Industries, que ha tenido que cerrar una planta debido a la competencia desleal del acero mexicano. La estrategia también ha llevado a China a reducir sus exportaciones a Estados Unidos, y el déficit comercial entre ambos países se ha visto reducido desde la imposición de estos aranceles en 2018. China, por su parte, planea llevar el caso ante la Organización Mundial del Comercio, mientras la comunidad internacional observa los desarrollos con cautela.
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