En Cataluña, el panorama político ha experimentado un cambio significativo con la llegada de Salvador Illa al frente de la Generalitat. Con menos de cien días en el cargo, Illa, primer presidente socialista en catorce años, está ganando terreno silenciosamente. Ha logrado normalizar las relaciones con la Casa Real y ha abierto de nuevo las puertas de la Comisión Europea. Además, ha comprometido sus esfuerzos en proyectos de infraestructura importantes, como el desatasco del Cuarto Cinturón entre Terrassa y Sabadell, aunque ciertos aspectos, como el control de la televisión autonómica, permanecen inalterados, posiblemente debido a acuerdos implícitos con ERC. El liderazgo de Illa también se refleja en sus intentos por renovar las instituciones catalanas, como el nombramiento de un nuevo jefe para los Mossos d’Esquadra.
Mientras tanto, en el resto de la esfera política catalana, tanto Junts como ERC enfrentan sus propios desafíos internos. Junts se encuentra en un estado de shock, con Carles Puigdemont continuando su activismo desde Waterloo pero sin una función de liderazgo clara. La situación en ERC es aún más tumultuosa, con el partido sumido en una crisis interna debido a enfrentamientos y acusaciones entre sus líderes. Las recientes disputas entre Oriol Junqueras y Marta Rovira ilustran las tensiones dentro del partido, provocando llamados de figuras prominentes como Pere Aragonés y Carme Forcadell para un cambio en la dirección. En este contexto, Salvador Illa parece estar consolidándose como un líder estable, lo que sugiere que su influencia podría extenderse durante varios años más.
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