La administración de Donald Trump ha asestado un golpe a dos megaproyectos de eólica marina de Iberdrola en las costas de Massachusetts, reflejando su política antirrenovable y a favor de los hidrocarburos. Aunque el impacto inmediato en la compañía es mínimo debido a que las inversiones no estaban previstas antes de 2030, este movimiento genera incertidumbre sobre futuros desarrollos en EE. UU., un mercado clave para Iberdrola. Con proyectos como Vineyard Wind 1 ya en marcha y otros en diversas fases de desarrollo, la compañía observa con cautela el escenario regulatorio bajo Trump, que podría influir en otros proyectos más avanzados. Además, la suspensión afecta indirectamente a la industria auxiliar española que depende de contratos con Iberdrola, mientras los fabricantes locales buscan apoyo gubernamental frente a la política arancelaria estadounidense.
Iberdrola enfrenta ahora un desafío estratégico, tratando de mantener su presencia en EE. UU. mediante una reorientación hacia redes eléctricas, cuya regulación es más estable y menos susceptible a cambios políticos. A pesar del contexto adverso, la compañía ha recaudado más de 20.000 millones de euros en un periodo reciente para acelerar sus inversiones globales, mostrando su intención de seguir expandiéndose. Mientras se prepara para su próximo Día del Inversor, la firma parece estar reajustando su enfoque para equilibrar su visión de energías renovables con la realidad política, concentrándose en geografías y sectores donde el entorno regulatorio sea más predecible. La apuesta por redes en EE. UU. y Reino Unido parece ser parte de una estrategia más amplia para sortear las controversias asociadas con las energías verdes en un contexto político cada vez más polarizado.
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