En una librería, los sentidos se despiertan con el aroma del papel y la promesa de historias a descubrir. Los pasillos se convierten en portales a mundos diferentes: desde viajes recónditos hasta emocionantes recetarios o dramas intensos, todos esperando ser desentrañados. En este espacio, cada libro posee el poder de transportar al lector a diversos escenarios, ya sea resolviendo un enigma o compartiendo una carcajada. Es un lugar de aparente calma donde cada párrafo invita a una nueva aventura, capturando las miradas curiosas de quienes buscan en sus páginas una conexión especial.
Similar sensación se vive en un vivero, donde las plantas cuentan sus propias historias. Un ejemplar puede remontarse a sus orígenes extranjeros, habiendo sido rescatado por botánicos y ahora disponible en la meseta castellana. Aquí, las plantas están agrupadas como los libros: por sus usos culinarios o medicinales, con el tomillo, la melisa o el cilantro listos para aportar bienestar. Un joven olivo rememora viajes pasados, mientras otros arbustos esperan ansiosos ser liberados de sus tiestos pequeños para prosperar en nuevas tierras. Como en un buen libro, cada planta guarda el potencial de enriquecer la vida de quien la adopta, ofreciendo belleza y aprendizaje en el camino compartido.
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