Durante los días más agitados en el centro de Los Ángeles, los partidos del Monterrey en el Mundial de Clubes en el Rose Bowl de Pasadena se contemplaban como posibles escenarios de protestas latinas contra la política migratoria de la Administración Trump. Sin embargo, el enfrentamiento inicial contra el Inter de Milán transcurrió sin manifestaciones ni pancartas. Una semana después, se mantuvo el silencio en el duelo entre Monterrey y River Plate. La comunidad latina, temerosa de redadas y detenciones, optó por disfrutar del fútbol sin llamar la atención. «Queremos disfrutar en paz, son los políticos los que deben solucionar el problema», afirmó Aarón, un hincha de los Rayados.
La pradera junto al Rose Bowl fue un espacio de integración y convivencia pacífica entre las aficiones mexicana y argentina. En lugar de protestas, las horas previas a los partidos se vivieron como un duelo gastronómico. Sin advertencias por parte de las autoridades, los aficionados prefirieron mantenerse al margen de las manifestaciones políticas. «Comportarse correctamente es la mejor forma de demostrar que los mexicanos no somos delincuentes», explicó Ricardo, un seguidor del Monterrey. La mezcla de aficiones fue pacífica, con intercambios amistosos de comida y música, subrayando la importancia de la comunidad latina en el tejido social de Los Ángeles.
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