Los ancianos que se sientan en bancos individuales resolviendo sudokus evocan una imagen melancólica, que contrasta con las fiestas abarrotadas en las que es fácil sentirse solo a pesar de la multitud. Este contraste pone de manifiesto un sentimiento de aislamiento, tanto en la soledad física de los mayores en los parques como en la soledad emocional que puede presentarse en las grandes aglomeraciones sociales.
Este fenómeno subraya la paradoja de que la compañía no siempre elimina el sentimiento de soledad, y puede ser tan intensa en un lugar repleto de gente como en la tranquilidad de un espacio solitario. A medida que la sociedad avanza, la necesidad de conexión genuina y significativa se vuelve más vital, desafiando la noción de que la mera presencia de otros puede combatir el aislamiento.
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