En un giro inusitado de la política educativa en Estados Unidos, el presidente ha dirigido una serie de críticas a la principal universidad del país, intensificando así lo que se ha catalogado como una guerra ideológica. La controversia surgió a raíz de un discurso en el que el mandatario acusó a la institución de promover una agenda que, según él, entra en conflicto con los valores tradicionales del país. Estas declaraciones han generado una ola de reacciones tanto a favor como en contra, avivando el debate sobre el papel de las universidades en la sociedad y su influencia en la formación de las nuevas generaciones.
La administración ha sugerido la implementación de medidas que podrían impactar financieramente a la universidad, como alteraciones en los fondos federales destinados a la investigación y desarrollo. Mientras tanto, estudiantes y académicos han salido en defensa de su independencia académica, organizando protestas y campañas en redes sociales para expresar su rechazo ante lo que consideran un intento de limitar la libertad educativa. Observadores políticos han señalado que este enfrentamiento forma parte de una estrategia más amplia del presidente para consolidar su base electoral de cara a las próximas elecciones, utilizando temas de alta carga emocional y polarizante para movilizar a sus seguidores.
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