Este martes, más de 330 millones de ciudadanos estadounidenses tendrán la oportunidad de decidir el futuro del país a través de su voto en los 50 estados. La contienda electoral entre la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump ha sido una de las más intensas y emocionantes de la historia reciente, marcada por un cambio de candidato e incluso intentos de violencia. Ambos candidatos necesitan alcanzar 270 votos electorales para asegurar la presidencia, en un sistema donde el ganador se lleva todos los votos de cada estado. Siete estados clave o «swing states» —Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte, Míchigan, Arizona, Wisconsin y Nevada— se han convertido en el epicentro de esta batalla electoral, con campañas intensivas centradas en atraer a votantes de diversas comunidades, como los latinos y afroamericanos, quienes podrían decidir el rumbo del país.
Las encuestas actuales sugieren un empate técnico, destacando la importancia de cada voto en estos estados decisivos. Pensilvania, conocido como «el estado de la piedra angular», ha sido particularmente disputado por su importancia estratégica, con Trump y Harris realizando múltiples visitas para ganar terreno. Carolina del Norte se presenta como un baluarte republicano que los demócratas esperan conquistar. Mientras tanto, la diversa composición demográfica de estados como Míchigan y Georgia destaca la influencia de las comunidades árabes y afroamericanas, respectivamente, en el resultado electoral. Otros estados con una considerable población latina, como Nevada y Arizona, también están bajo el foco, con ambos candidatos esforzándose por ganar el respaldo de estos votantes cruciales. En este contexto, los votantes no solo decidirán quién ocupará la Casa Blanca, sino también el rumbo de una nación profundamente dividida.
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