En las últimas semanas, la situación en Gaza ha escalado a niveles alarmantes, con enfrentamientos violentos entre el grupo palestino y diversas milicias en la región. Las tensiones han derivado en numerosas ejecuciones, dejando decenas de muertos y provocando un clima de inestabilidad que recuerda a los períodos más oscuros de enfrentamientos internos. La violencia se intensifica en un ciclo de represalias y ataques que amenaza con desbordar en una guerra civil, generando temor entre la población y un éxodo de civiles que buscan refugio en zonas más seguras.
Las autoridades internacionales han manifestado su preocupación ante este incremento de hostilidades y han hecho un llamado a la calma y la mediación. Sin embargo, sobre el terreno, las conversaciones para un alto el fuego han fracasado repetidamente. Los líderes políticos de ambas partes parecen estar atrapados en un impasse, incapaces de frenar la espiral de violencia. Mientras tanto, la comunidad internacional debate sobre el tipo de intervención que podría estabilizar la región sin avivar más tensiones, en un momento en el que cada acción es cuidadosamente evaluada por sus posibles repercusiones en el delicado equilibrio geopolítico del Medio Oriente.
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