La reciente aparición del cuerpo decapitado de un lince ibérico en una finca de El Molar, cerca de Madrid, ha generado preocupación entre las autoridades y organizaciones conservacionistas. El ejemplar, que presentaba impactos de bala y había sido despojado de su cabeza y patas, fue descubierto por varias personas, quienes alertaron al Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona). Dado que el lugar del hallazgo no coincide con las rutas de dispersión habituales de esta especie, se investiga la posibilidad de que el animal haya sido cazado furtivamente en otra región y trasladado posteriormente. La Guardia Civil considera que el responsable podría ser un cazador, ya que la cabeza del lince es valorada como trofeo. Los autores de estos actos se enfrentan a sanciones severas, incluyendo penas de prisión y multas significativas.
A pesar del avance en la recuperación del lince ibérico, cuya población ha aumentado de 94 individuos en 2001 a más de 2.000 en 2023, el resurgimiento del furtivismo representa una amenaza significativa para la especie. Según datos de WWF, el furtivismo es responsable del 5% de las muertes no naturales de linces, solo precedido por los atropellos que representan un 6%. En Madrid, aunque la especie aún no está establecida, se han registrado avistamientos ocasionales, sugiriendo una expansión desde las poblaciones exitosamente reintroducidas en Toledo. La creciente población de linces, aunque esperanzadora, ha derivado en un aumento de amenazas como la caza furtiva, lo que resalta la necesidad de medidas de protección más rigurosas para asegurar su supervivencia a largo plazo.
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