En 1985, la Ciudad de México se fracturó tras un devastador terremoto, catalizando un movimiento que demandaba reconstrucción democrática y derechos para las víctimas. Desde entonces, la capital ha sido escenario de luchas políticas que han definido su rumbo. Clara Brugada, la actual jefa de Gobierno, forma parte de esta continuidad histórica, surgida del clamor popular. La CDMX, que siempre ha vivido en la tensión entre centralismo y autonomía, se convirtió en un bastión de políticas progresistas, desmarcándose del conservadurismo nacional. Gobernantes como Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum han usado su experiencia en la ciudad como trampolín político. Sin embargo, con Brugada al frente, la realidad política ha cambiado, enfrentándose a desafíos únicos en un contexto de exigente renovación del gobierno capitalino.
La administración de Brugada, marcada por sus antecedentes en Iztapalapa y un enfoque colectivista, enfrenta un entorno político complicado tras el retiro de López Obrador del escenario político activo. Los recientes conflictos en barrios como Condesa y Roma, asociados a la gentrificación y la escalada de precios, han puesto en el centro del debate la necesidad de políticas de vivienda inclusivas. Mientras tanto, la capital se encuentra en la mira debido a los intereses económicos y políticos que convergen en ella. Clara Brugada tiene la tarea de consolidar su liderazgo y definir una identidad clara para la CDMX, más allá de la línea marcada por Sheinbaum, en un momento en que el futuro político de la ciudad podría influir notoriamente en la dinámica política nacional. La pregunta ahora es qué dirección tomará la capital bajo su mandato y cómo esto impactará en las futuras elecciones y el panorama político del país.
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