El concepto de capacidad de carga, originado en la ecología, se refiere a la máxima población que un ecosistema puede soportar sosteniblemente. Esta idea se aplica también a las ciudades, que poseen una capacidad de carga humana, cultural, económica y ambiental. En el territorio valenciano, el turismo masivo pone en tensión los servicios públicos, desde islas hasta grandes ciudades, cuestionando la narrativa del turismo como salvador económico. La realidad muestra que las regiones más pobres y desiguales son las más visitadas, afectando la vida diaria de los residentes con un encarecimiento del coste de vida y una presión infraestructural.
Es necesario un debate profundo sobre los límites del turismo y sus efectos. No puede continuar aceptándose sin crítica que más turistas equivalgan a más beneficios, cuando esto desplaza a los habitantes y frágiliza el tejido humano de las ciudades. En lugar de ampliar infraestructuras turísticas, se deberían establecer estrategias que prioricen el bienestar local. Expresiones como la del presidente de la Comunitat Valenciana, que rechaza un debate sobre la tasa turística, muestran una falta de visión en balancear el turismo con la vida local. Mientras el crecimiento turístico sin control amenaza con homogeneizar y empobrecer cultural y económicamente, los residentes claman por políticas que protejan y restauren el equilibrio social y ambiental.
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