En los últimos tiempos, la escena teatral catalana ha experimentado una notable proyección internacional. Dramaturgos como Marta Buchaca, Clàudia Cedó y Josep Maria Miró han llevado sus obras a ciudades como Praga, Varsovia, Atenas y Bogotá, convirtiéndose en un fenómeno colectivo más que en hechos aislados. Piezas antiguas reciben ahora una segunda oportunidad en escenarios internacionales, a menudo siendo redescubiertas como fue el caso de «El mètode Grönholm» y «Lapònia». Sin embargo, mientras las comedias gozan de esta revitalización, los dramas con profundos conflictos subyacentes, como «El principi d’Arquimedes» de Miró, que ha encontrado éxito masivo en lugares como Texas, son aún menos comunes.
Este resurgir del teatro catalán plantea interrogantes sobre su gestión y preservación en su tierra natal. Mientras otras culturas combinan el culto a los clásicos con la revisión de obras pasadas, Cataluña parece no seguir el mismo camino. Obras de gran calado social o emocional, como «Barcelona, mapa d’ombres» o «Una gossa en un descampat», aguardarán respuestas del teatro contemporáneo en un contexto post-pandemia. El entusiasmo del Texas por los revivals sugiere que hay potencial en la recuperación de estas piezas, pero instituciones como el Nacional y el Lliure parecen desinteresadas en esta revisión. La pregunta sobre quién debería liderar este movimiento queda en el aire, mientras el tiempo para actuar se agota y el riesgo de que el teatro catalán pierda relevancia internacional aumenta.
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