En un contexto de creciente descontento, el movimiento nacionalista ha visto disminuir su apoyo popular, lo que ha llevado a un endurecimiento de su discurso. Recientes estudios y encuestas reflejan un notable descenso en la aceptación del nacionalismo entre la población, motivado por una mezcla de fatiga política y desilusión con las promesas incumplidas. Ante esta pérdida de respaldo, las facciones más radicales han intensificado su retórica, dirigiéndola particularmente contra los castellanoparlantes, a quienes señalan como una amenaza a la identidad cultural local.
Este giro hacia el extremismo preocupa a varios sectores de la sociedad que temen un aumento de la polarización y la confrontación social. Las declaraciones incendiarias han sido condenadas por partidos opositores y organizaciones de derechos humanos, que llaman a un debate más inclusivo y constructivo. En este clima de tensión, expertos advierten que la radicalización del discurso podría tener repercusiones negativas para la cohesión social y el diálogo intercultural, en un momento crítico para la política del país.
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