La población de la antigua Maxorata ha experimentado un crecimiento notable en los últimos 25 años, duplicándose de 60.000 a 126.000 habitantes. Este aumento demográfico se debe principalmente al auge del turismo, que ha impulsado el pleno empleo en la región. Sin embargo, junto con el crecimiento económico, han surgido diversos problemas sociales que afectan la calidad de vida en la isla. La crisis de vivienda se ha agudizado, creando un desafío considerable para los residentes que enfrentan dificultades para encontrar alojamiento asequible.
Además del problema habitacional, las tensiones en la convivencia entre la población local y los nuevos residentes han ido en aumento, reflejando un malestar palpable en la comunidad. A esto se suma el deterioro medioambiental, consecuencia del desarrollo turístico sin planificación sostenible. Estos factores han generado una sombra de insatisfacción en un lugar que, a pesar de su bonanza económica, enfrenta retos significativos en términos de sostenibilidad y cohesión social.
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