Durante las últimas tres noches, una serie de ataques coordinados han sacudido al sistema penitenciario en el sur de Francia. Varias cárceles han sido escenario de incendios provocados y de tiroteos, incluido uno con un Kaláshnikov en la prisión de Toulon. Estos ataques, que han dejado señales como las iniciales DDPF (defensa de los derechos de los prisioneros franceses) en algunos vehículos calcinados, han llevado a la Fiscalía Antiterrorista a abrir una investigación. Hasta el momento, no se descarta ninguna teoría detrás de estos atentados, desde bandas de narcotraficantes hasta grupos de ultraizquierda. Esta ola de violencia se desarrolla en un contexto de masificación carcelaria, donde las prisiones francesas enfrentan una sobrepoblación alarmante, con aproximadamente 81,000 reclusos para poco más de 62,000 plazas disponibles.
El entorno del narcotráfico, que históricamente ha afectado a la región, especialmente en Marsella, parece estar relacionado con estos disturbios. El presidente Emmanuel Macron y el ministro de Justicia, Gérald Darmanin, han señalado que estas acciones buscan intimidar a los agentes penitenciarios y han prometido medidas estrictas contra los responsables. Darmanin destacó que estas acciones intentan desestabilizar al Estado y forman parte de una estrategia de guerra contra el narcotráfico. En respuesta, el gobierno ha planeado la creación de una nueva prisión de máxima seguridad y 3,000 plazas adicionales, mientras trabaja para mitigar la presión creciente sobre el sistema carcelario. La comunidad penitenciaria resiste bajo amenaza constante, mientras las autoridades intentan desentrañar quién está detrás de estos ataques cuidadosamente organizados.
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