En un giro inesperado, Donald Trump se ha asegurado un retorno a la Casa Blanca tras ganar las elecciones estadounidenses, consolidando su éxito tanto en el colegio electoral como en el voto popular, algo que no había sucedido para un presidente republicano en las últimas dos décadas. A pesar de un historial marcado por la controversia, incluyendo su resistencia a aceptar la derrota electoral hace cuatro años y varias condenas criminales, Trump ha logrado superar los pronósticos adversos. Su victoria se cimentó gracias al apoyo de los estados clave como Georgia, Carolina del Norte, y el «muro azul» de Wisconsin, Míchigan y Pensilvania. Aunque aún falta concluir el recuento en ciertos estados de la costa oeste, el avance actual apunta a una victoria significativa en el voto popular con más de 72 millones de papeletas a su favor.
Parte del éxito de Trump se atribuye a su capacidad para atraer a grupos demográficos que tradicionalmente no apoyan al Partido Republicano. Según los primeros resultados, ha logrado captar votos significativos de latinos y jóvenes, grupos que generalmente son proclives al Partido Demócrata. En particular, ha sobresalido en condados predominantemente latinos, como Miami-Dade en Florida. Por otro lado, Kamala Harris, quien asume el papel de adversaria tras reemplazar a Joe Biden en la contienda presidencial, no logró conectar con los votantes pese a intentar centrar su campaña en el derecho al aborto y el cambio generacional. Su incapacidad para distanciarse de Biden y señalar sus fallos se perfilan como algunos de los puntos débiles que podrían haberle costado la victoria en estas elecciones.
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