El Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2025-2030, elaborado bajo la administración de la presidenta Sheinbaum, se presenta como una continuidad del enfoque iniciado en el sexenio anterior por el presidente López Obrador, conocido como el primer piso de la «cuarta transformación». Sin embargo, el plan ha recibido críticas por su diagnóstico acríticamente elogioso y por no realizar un examen exhaustivo de aquello que se hizo o dejó de hacer durante el mandato anterior. El PND se estructura alrededor de objetivos generales comunes, como el desarrollo de la población y la pacificación del país, pero carece de un análisis crítico que aborde de manera directa los desafíos más recientes, como aspectos específicos de la seguridad pública y el crimen organizado, lo cual ha suscitado inquietudes sobre su efectividad a largo plazo.
Desde un enfoque técnico, el PND enfrenta críticas relevantes, principalmente por la generalidad de sus objetivos y la falta de correspondencia clara entre el diagnóstico proporcionado y los propósitos establecidos. A pesar de que establece métricas para medir el éxito en ciertas áreas, su falta de concreción y omisión de graves problemas como la desaparición de personas y el tráfico de armas pone en duda su capacidad para abordar integralmente los retos nacionales. Críticos destacan que, al priorizar la continuidad y no innovar respecto al pasado, el PND limita sus potenciales impactos positivos, quedando atrapado en la herencia política del presidente precedente y, en consecuencia, ignorando cuestiones acuciantes que requieren solución urgente.
Leer noticia completa en El Pais.