El futuro de la planta nuclear de Bataan (BNPP) en Filipinas, un proyecto que nunca llegó a operar desde su edificación en los años 80, se encuentra en el centro de acalorados debates. Mientras el Departamento de Energía filipino (DoE) mantiene la reactivación de la planta como una de sus prioridades energéticas, surge una propuesta alternativa que apuesta por transformar la infraestructura en un centro de datos de gran envergadura.
El gobernador de Bataan, José Enrique S. García III, ha sido la figura que lidera esta propuesta, argumentando que dicha transformación podría atraer importantes inversiones en el ámbito tecnológico. Patrick T. Aquino, director de la Oficina de Gestión de Utilización de Energía del DoE, ha señalado que esta posibilidad no es descabellada, ya que los centros de datos requieren un suministro energético considerable, empezando con una necesidad mínima de 100 megavatios.
A pesar de las consideraciones tecnológicas, el DoE está enfocado en la reactivación del proyecto nuclear. En este sentido, Filipinas ha firmado un memorando de entendimiento con Corea del Sur para llevar a cabo un estudio de viabilidad que valore la factibilidad del proyecto desde distintos enfoques: técnico, financiero y social. Sin embargo, incluso si los resultados son favorables, cualquier decisión definitiva estará sujeta a una consulta pública exhaustiva. El objetivo del DoE es alcanzar un apoyo del 80% en las comunidades locales, reflejo de la importancia que se le da a la opinión pública en este proceso.
La aceptación social sigue siendo un desafío notable. Según una encuesta de 2019, el 79% de los Filipinos respaldarían la reactivación de la BNPP, y un 65% vería con buenos ojos la construcción de una nueva planta nuclear en el país. Aunque estas cifras podrían ser consideradas alentadoras, la historia de la planta bajo el mandato del expresidente Ferdinand Marcos, marcada por preocupaciones de seguridad y rechazo social, hace que cualquier paso hacia su reactivación deba ser meticuloso y consensuado.
Por otro lado, la opción de convertir la BNPP en un centro de datos ofrece un enfoque promisorio hacia la era digital. Esta alternativa podría posicionar a Filipinas como un núcleo tecnológico regional, aprovechando una creciente demanda de infraestructura digital en Asia. La planta cuenta con espacio y potencial para garantizar un suministro energético adecuado, lo que podría facilitar la atracción de inversiones tecnológicas significativas y reducir la dependencia del país de infraestructura digital importada.
En conclusión, el futuro de la planta nuclear de Bataan se presenta como una encrucijada estratégica para Filipinas. La elección entre revitalizarla como fuente de energía nuclear o reconvertirla en un hub digital representa un dilema entre sostenibilidad energética y desarrollo tecnológico. Decidir el camino a seguir implicará no solo un análisis técnico-económico, sino también una reflexión profunda sobre los objetivos económicos y sociales del país en las próximas décadas.
