El papa Francisco, cuyo nombre secular era Jorge Bergoglio, dejó una huella imborrable en el barrio de Flores, al oeste de Buenos Aires, donde nació y creció. En este rincón de la ciudad, el pontífice halló inspiración en las obras de Leopoldo Marechal, un escritor argentino cuya novela «Adán Buenosayres» y versos como «¿Cómo salir de la noche doliente? […] En su noche toda mañana estriba: de todo laberinto se sale por arriba», resonaron profundamente con él. Es en esas calles, que lo vieron jugar y formarse espiritualmente, donde Francisco aseguró haber vislumbrado su destino. Tras su reciente fallecimiento, el barrio, entre sus añejas y renovadas calles, se convierte en escenario de emotivos tributos que los vecinos y fieles ofrendan a su memoria.
El sentimiento de pérdida y homenaje se materializa en Flores, no solo marcado por la figura de quien fue elegido papa en 2013, sino también como un reconocimiento a su legado espiritual y humano. Las manifestaciones de duelo no solo reflejan el profundo arraigo del papa Francisco en su comunidad de origen, sino también la influencia de su pensamiento en obras literarias como las de Marechal, que supieron infundir en él un sentido de propósito trascendental. Los homenajes en su barrio natal se convierten en un recordatorio perenne de su paso por la vida y su conexión inquebrantable con los suyos, evidenciada ahora en cada esquina donde su nombre y su legado perduran inscritos en la memoria colectiva.
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