Estados Unidos registra la primera muerte por sarampión desde 2015, un preocupante indicativo de un brote en expansión. En Texas, se han confirmado 124 casos, la mayoría de ellos en niños, lo que representa el brote más severo de las últimas tres décadas en el estado. Las autoridades sanitarias están en máxima alerta y han intensificado sus esfuerzos en campañas de vacunación para contener la propagación del virus. El incremento en el número de casos se ha atribuido, en parte, a una disminución en las tasas de vacunación, impulsada por movimientos antivacunas y el acceso limitado a servicios de salud preventiva en algunas comunidades.
Las escuelas y centros médicos han intensificado las medidas de precaución, incluyendo la implementación de cuarentenas y el refuerzo de protocolos de higiene. La muerte reciente ha generado una creciente preocupación entre los profesionales de salud pública sobre la vulnerabilidad de la población infantil no vacunada ante brotes de enfermedades prevenibles. Expertos insisten en la necesidad de fortalecer la educación pública sobre la importancia de la inmunización para prevenir no solo el sarampión, sino también otras enfermedades altamente contagiosas. Mientras tanto, las autoridades continúan monitoreando de cerca la situación y trabajando para contener el brote antes de que se expanda a otras regiones del país.
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