José Mujica, destacado por su participación en el movimiento guerrillero Tupamaros, asumió la presidencia de Uruguay en 2010 tras años de actividad política. Su gestión se caracterizó por una fuerte orientación social enfocada en la redistribución de la riqueza y políticas inclusivas. Durante su mandato, Uruguay se posicionó como un país pionero en la aprobación de leyes progresistas, incluyendo la legalización del matrimonio igualitario y la regulación del mercado de cannabis, lo que consolidó su reputación internacional como un líder innovador y comprometido con la justicia social.
Internacionalmente, Mujica capturó la atención por su estilo de vida austero, reflejando una filosofía basada en la simplicidad y la igualdad. Renunció a lujos presidenciales, optando por vivir en su pequeña finca y donar gran parte de su salario a causas benéficas. Su actitud y enfoque único ante el poder lo convirtieron en un referente mundial de la humildad en la política, inspirando a muchos con sus discursos centrados en la humanidad y el medio ambiente. La influencia de Mujica trasciende sus logros políticos, simbolizando una forma de liderar que desafía las convenciones tradicionales del poder.
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