Un atentado con bomba sacudió Moscú en la madrugada del 17 de diciembre de 2024, cobrándose la vida de Ígor Kiríllov, jefe de las fuerzas de defensa radiológica, química y biológica del ejército ruso, y su asistente. La explosión, causada por un artefacto equivalente a 300 gramos de TNT oculto en un patinete eléctrico, tuvo lugar mientras Kiríllov se dirigía a su coche oficial. Este ataque, perpetrado cerca de la avenida Riazanski, provocó daños materiales significativos en los edificios y vehículos cercanos, y aún no se ha reivindicado oficialmente. Según canales de Telegram cercanos a los servicios de seguridad rusos, se especula que el dispositivo fue activado mediante una señal de radio o llamada telefónica desde las proximidades del lugar del atentado. Este es el segundo ataque en menos de una semana, tras el reciente asesinato del diseñador de misiles Mijaíl Shatski en la capital rusa.
El asesinato de Kiríllov, una figura clave del ejército ruso, ha intensificado las tensiones entre Rusia y Ucrania, especialmente después de que fuentes anónimas, citadas por la agencia Reuters, señalaran al servicio secreto ucraniano como posible autor del ataque. Sin embargo, el Comité de Investigación ruso continúa sus pesquisas sin pronunciarse sobre la autoría. En paralelo, Ucrania acusa a Kiríllov de usar armas químicas prohibidas en múltiples ocasiones durante la invasión a gran escala del territorio ucraniano. Este atentado sigue a una serie de asesinatos de figuras prominentes rusas, algunos de los cuales se han atribuido a operaciones ucranianas encubiertas. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con creciente preocupación esta escalada de violencia en medio de acusaciones cruzadas que envuelven temas de desinformación y violaciones al derecho internacional.
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