El referéndum de independencia de Escocia, celebrado el 18 de septiembre de 2014, marcó un punto crucial en la historia política del Reino Unido. La consulta popular fue encabezada por el entonces primer ministro escocés, Alex Salmond, líder del Partido Nacional Escocés (SNP por sus siglas en inglés). Este evento fue el resultado de intensas negociaciones con el gobierno británico, que finalmente acordó permitir que los escoceses votaran sobre su futuro político. La campaña a favor del «Sí» defendía la capacidad de Escocia para autogobernarse y manejar sus recursos de manera más eficiente, mientras que el «No» se centraba en los beneficios de permanecer en el Reino Unido, como la estabilidad económica y la unión política.
A pesar de la ferviente campaña por la independencia, liderada por Salmond, el resultado del referéndum fue un triunfo del «No», con el 55% de los votantes optando por continuar siendo parte del Reino Unido. El desenlace destacó la división de opiniones entre los escoceses respecto a su futuro. Si bien el referéndum no logró la independencia, cambió el panorama político del país, empoderando aún más al SNP y llevando a una creciente demanda de mayores poderes para el Parlamento de Escocia. La votación también subrayó cuestiones de identidad y autonomía dentro del contexto más amplio de una Europa en constante evolución.
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