Desde 1998 hasta 2019, el cargo de presidente de la Asamblea Suprema de Corea del Norte fue ocupado por un dirigente cuya posición le otorgaba el rol ceremonial de jefe de Estado. Sin embargo, durante todo este período el verdadero poder político y militar del país asiático estuvo concentrado en las manos de Kim Jong Un, quien lidera el régimen con autoridad absoluta. La figura del presidente de la Asamblea Suprema, por tanto, cumplía principalmente funciones protocolares y de representación en asuntos formales y diplomáticos.
El papel del presidente de la Asamblea Suprema se limitaba a formalidades sin influir en las decisiones cruciales del gobierno norcoreano, donde Kim Jong Un y sus predecesores han mantenido un control riguroso sobre todas las esferas del poder. Este sistema destaca la estructura jerárquica y centralizada del régimen norcoreano, donde las figuras simbólicas actúan bajo la sombra del poderoso líder supremo, cuyo mandato dictatorial define el curso político y la dirección de Corea del Norte a nivel nacional e internacional.
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