La franquicia de terror Expediente Warren llega a su fin con la película El último rito, que cierra un ciclo de 12 años y explora una vez más las aventuras de Ed y Lorraine Warren. Sin embargo, el desenlace ha dejado un sabor agridulce, ya que la película carece del interés y la atención que se esperaría de un trabajo firmado por su creador, James Wan. Esta última entrega, aunque intenta evocar la esencia de las primeras películas, se siente apresurada y despojada de la atmósfera terrorífica que caracterizaba a sus predecesoras. La dirección de Michael Chaves no logra igualar el nivel estético y narrativo de Wan, lo que se hace evidente en una ejecución pobre y una falta de desarrollo convincente en la narrativa.
A medida que la trama avanza, la película se convierte en un compendio de clichés y sustos predecibles, más centrados en la vida cotidiana de los Warren que en la tensión de la historia. Aunque se intenta dar más protagonismo a los personajes principales, este enfoque no logra mantener el equilibrio entre la narrativa de terror y la exploración emocional. El resultado es una obra que se siente como una oportunidad perdida, dejando a la audiencia preguntándose si el legado de los Warren merece un cierre tan tímido y errático. En un contexto donde el cine de terror ha dado la bienvenida a propuestas frescas y originales, este adiós monumental a la saga termina sintiéndose más como una despedida decepcionante que como un homenaje.
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