En un fenómeno que refleja una actitud de aceptación al peligro en lugares desconocidos, se ha observado que los visitantes temporales en una ciudad se muestran predispuestos a situaciones arriesgadas de manera sorprendentemente alegre. Este comportamiento se manifiesta de manera literal y figurada: con camisas ondeando al viento mientras señalan al azar el lugar donde podrían ser víctimas de actos delictivos, como un apuñalamiento, sin mostrar señales de preocupación. Esta tendencia ha generado debates sobre la percepción del riesgo y la despreocupación temporal que embarga a los viajeros.
Expertos señalan que esta disposición a aceptar riesgos puede estar influida por el anonimato que sienten los visitantes en una ciudad que no es la suya, lo cual disminuye el temor a represalias y consecuencias. Al parecer, la euforia de estar en un ambiente nuevo y el deseo de experimentar sin restricciones alimentan esta actitud despreocupada. Esto plantea interrogantes sobre la psicología del turismo y cómo la percepción del entorno puede cambiar la manera en que las personas manejan situaciones potencialmente peligrosas sin el mismo nivel de precaución que aplicarían en su ciudad de origen.
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