La histórica plaza de Las Ventas vivió una tarde mágica y memorable con el aclamado torero Morante de la Puebla, quien deslumbró al público durante la vigésimo séptima corrida de la Feria de San Isidro. Con un lleno total, la afición fue testigo de una exhibición de arte y maestría, donde Morante desplegó su talento con dos toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq. A pesar de las limitaciones físicas del segundo toro, el torero logró conectar de manera excepcional con el público, recibiendo el reconocimiento unánime de los asistentes. El punto culminante llegó cuando Morante fue llevado en hombros por sus seguidores tras abrirse por primera vez la Puerta Grande para él en esta legendaria plaza.
Junto a Morante, Fernando Adrián y Borja Jiménez completaron el cartel, aunque la tarde no fue igual de benevolente con ellos. Adrián mostró valentía y técnica, consiguiendo una oreja, mientras que Jiménez no logró destacarse debido a la falta de colaboración de sus toros. A pesar de los esfuerzos, los dos jóvenes toreros quedaron eclipsados por la actuación magistral de Morante, quien fue el protagonista indiscutible de la jornada. La magia y el arte de Morante quedaron grabados en la memoria de los asistentes, confirmando su posición como figura emblemática del toreo contemporáneo.
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