SpaceX enfrentó un significativo revés con el séptimo vuelo de prueba de su cohete Starship, que está destinado a llevar astronautas a la Luna después de más de cinco décadas. A pesar de las mejoras realizadas en la parte superior del megacohete, la nave sufrió una explosión cuando alcanzaba una altitud de 143 kilómetros sobre el Caribe, viajando a una velocidad superior a 19,000 kilómetros por hora. El incidente ocurrió poco más de ocho minutos después del despegue desde Boca Chica, Texas. Esta explosión marca el mayor fracaso en las pruebas del cohete más potente jamás construido, luego de que en ensayos previos SpaceX lograra exitosamente la separación de sus dos módulos: el propulsor Super Heavy Booster y la nave Starship, que habían conseguido regresar a la Tierra en anteriores ocasiones.
El fallido intento ocasionó el desvío de vuelos comerciales en la zona y podría llevar a la agencia federal de aviación de Estados Unidos a exigir una investigación exhaustiva, lo que podría paralizar futuros ensayos. Sin embargo, el fundador de SpaceX, Elon Musk, subestimó el percance con un tono despreocupado en sus redes sociales, calificando de garantizado entretenimiento el seguimiento de las pruebas. En un comunicado, SpaceX afirmó que el “rápido desensamblaje no programado” durante el ascenso proporcionará datos valiosos para mejorar la fiabilidad de Starship. A pesar de este obstáculo, la empresa mantiene su mirada fija en el objetivo a largo plazo de explorar el espacio profundo, aprendiendo de cada intento fallido para perfeccionar su tecnología.
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