En un retorno a la simplicidad que recuerda a la rudimentaria configuración de los hogares en la Edad Media, donde el principal foco era un fuego y una tabla, el año 2025 marca una notable tendencia hacia la minimización de lo doméstico. Este fenómeno se refleja en la creciente inclinación de las personas hacia la comodidad y la funcionalidad básicas, en detrimento de los excesos y las complejidades materiales que caracterizaron años anteriores. La idea de hogar ha vuelto al concepto fundamental de un espacio para el descanso y la tranquilidad, encarnado simbólicamente en la imagen contemporánea de un sofá que invita al derrumbamiento tras un día agitado. Dicho cambio es impulsado por una conjunción de factores económicos, sociales y ambientales que enfatizan la necesidad de un espacio habitable que cuide tanto de sus habitantes como del entorno.
En este sentido, las viviendas en 2025 reflejan un giro pragmático hacia lo esencial, donde el confort no está en la acumulación de objetos, sino en la calidad de vida que dichos espacios pueden ofrecer. La arquitectura y el diseño de interiores han empezado a priorizar la apertura y la luz natural, eliminando barreras innecesarias al bienestar. Este cambio no solo representa una evolución en la forma en que se conceptualizan los hogares, sino que también subraya un replanteamiento de los valores, buscando un equilibrio que permita disfrutar de lo cotidiano sin el agobio del consumismo desmedido. Así, igual que antaño el hogar se articulaba en torno al fuego, hoy el sofá se erige como un emblema contemporáneo de lo doméstico, un espacio para desconectar del ajetreo y recargar energías.
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