La Batalla de las Ardenas, librada hace 80 inviernos, sigue siendo recordada como una de las confrontaciones más brutales de la II Guerra Mundial. En diciembre de 1944, Adolf Hitler inició una última ofensiva desesperada para dividir a las fuerzas aliadas estadounidenses y británicas en un intento de capturar Amberes. Sin embargo, lo que comenzó como un sorprendente avance alemán pronto se transformó en un mes de feroces enfrentamientos en el severo invierno de la región que hoy cubre Bélgica, Luxemburgo y Alemania. La resistencia estadounidense en Bastoña y St. Vith, combinada con las duras condiciones climáticas y la escasez de suministros, frustró el avance nazi, permitiendo a los aliados lanzar un eficaz contraataque a principios de enero de 1945. Esta batalla, que dejó un saldo devastador de víctimas entre ambos bandos, fue crucial para allanar el camino hacia la liberación de Europa Occidental.
El recuerdo de esta batalla perdura no solo en la memoria colectiva, sino también en los lugares que conservan las cicatrices del conflicto. El Cementerio y Memorial Estadounidense en Luxemburgo y sitios como el Museo Nacional de Historia Militar de Diekirch reflejan el impacto y el sacrificio de aquellos que lucharon. Además, con iniciativas como la Ruta del Recuerdo en Schumannseck, se busca mantener viva la memoria histórica en un momento en que las voces supervivientes son cada vez más escasas. En Bastoña, donde los rastros del combate aún son visibles, el Museo de la Guerra permite a las nuevas generaciones interactuar con la historia a través de experiencias inmersivas. Estas conmemoraciones no solo honran a los caídos, sino que también subrayan la importancia de aprender del pasado mientras Europa enfrenta nuevos desafíos contemporáneos.
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