En el año 2025, el enfoque de la seguridad electrónica estará marcado por la prioridad en mejorar la eficiencia, la colaboración entre equipos y, sobre todo, la seguridad del entorno digital. La integración de tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial (IA), continuará siendo vital, pero las inversiones se dirigirán hacia la sostenibilidad en gobernanza, gestión de riesgos y cumplimiento normativo.
Una tendencia clave para este año es la adopción de la nube híbrida. Las organizaciones están adoptando un enfoque más estratégico al implementar soluciones en la nube, priorizando sistemas que les permitan supervisar remotamente y reducir el mantenimiento local. Esta transición hacia la nube híbrida busca modernizar sistemas de vídeo y control de accesos aprovechando las inversiones existentes. Soluciones de software como servicio (SaaS) proporcionarán flexibilidad, permitiendo la interconexión de diversas tecnologías sin necesidad de reemplazar hardware. Esta evolución hacia dispositivos gestionados desde la nube promete ahorrar tiempo y costos, facilitando una transición más eficiente.
Por otro lado, la inteligencia artificial sigue siendo un punto focal, pero con un énfasis renovado en un uso responsable. Aunque el 42% de los responsables de seguridad se muestran interesados en soluciones basadas en IA, las preocupaciones sobre privacidad y ética son prominentes. Como respuesta, las organizaciones buscan desarrollar prácticas de IA responsables, supervisando posibles sesgos y asegurando la integridad de los datos, mientras se ajustan a normativas de privacidad. Los proveedores que adopten prácticas éticas en IA se destacarán como socios confiables.
El cumplimiento normativo también ocupará un lugar central en las prioridades de las organizaciones, dado el aumento en las amenazas cibernéticas y los incidentes de violación de datos. Normativas como el RGPD, NIS2 y HIPAA guiarán la protección de datos en un contexto donde las redes interconectadas y el almacenamiento en la nube son la norma. En consecuencia, las organizaciones fortalecerán su higiene cibernética y se alinearán con requisitos regulatorios, invirtiendo en soluciones que resguarden tanto su reputación como su integridad operativa.
La colaboración interdepartamental se perfilan como esencial ante la escasez de personal y los límites presupuestarios. La integración de los departamentos de seguridad, TI, instalaciones y recursos humanos será clave para optimizar la gestión y superar obstáculos operativos. Herramientas que centralicen la información y faciliten la gestión de recursos permitirán a los equipos ser más autónomos y eficaces, mejorando el rendimiento y la productividad a nivel organizacional.
Finalmente, la responsabilidad en la elección de proveedores de servicios de seguridad electrónica se extiende más allá de los profesionales de seguridad. Los equipos de TI, SecOps e instalaciones están cada vez más involucrados en decisiones estratégicas, cada uno aportando sus propios desafíos y prioridades. Los proveedores deberán demostrar un profundo conocimiento técnico y ofrecer soluciones que agreguen valor en múltiples etapas del ciclo de vida del producto, reforzando así la seguridad y la inteligencia empresarial de sus clientes.
Estas perspectivas perfilan un 2025 donde la seguridad electrónica no solo integrará tecnologías avanzadas, sino que también afianzará un enfoque ético y colaborativo, fortaleciendo las operaciones y la gobernanza en un mundo cada vez más digital.