En un viaje introspectivo sobre el amor por el cine, el autor explora cómo el séptimo arte ha moldeado su vida desde la infancia hasta la vejez, proporcionando incontables alegrías y memorias imborrables. Su relato evoca la magia de las experiencias cinematográficas compartidas, acentuada por una amistad especial que le ha regalado memorables momentos, como una proyección de «El apartamento» en un cine rodeado de jóvenes entusiastas. La historia, considerada agridulce y compleja en la historia del cine, sigue provocando en él un profundo impacto emocional, demostrando el poder intemporal del cine para resonar más allá de las veces en que se ha visto y las circunstancias en las que se vuelve a disfrutar.
A través de sus recuerdos y las emociones palpables que emergen al revivir clásicos del cine, el autor reafirma su amor por este arte. Experimenta un «orgasmo anímico» con escenas como el desenlace de la señorita Kubelik y el señor Baxter, lleno de simbolismo romántico y sarcasmo caricaturesco, una marca distintiva del estilo de Billy Wilder. Al volver a la soledad de su hogar, se sumerge en otras piezas icónicas, como «El buscavidas», compartiendo sus sensaciones incluso con un bebé enojado, simbolizando la eterna vivacidad con la que enfrenta la vida. Este amor perdurable por el cine refleja una continua búsqueda de esas emociones gratificantes que solo las historias bien contadas pueden ofrecer, certificando su creencia de que el cine es, indudablemente, una forma sublime de arte.
Leer noticia completa en El Pais.