En la etapa adulta, las horas parecen desvanecerse mientras las obligaciones proliferan. La autora reflexiona sobre cómo al crecer, el tiempo libre se ve consumido por una lista interminable de quehaceres y burocracias cotidianas. Desde trabajar hasta arreglar objetos domésticos o preparar declaraciones de renta, la sensación es que cada momento cuenta y se disipa cruelmente. El pasado se acumula, mientras el presente se reduce a cumplir con responsabilidades. Esta percepción no se circunscribe exclusivamente a la vida agitada de Madrid, sino que es un fenómeno presente en cualquier ciudad. Madrid es un reflejo de ese caos ordenado, donde el movimiento incesante es parte de su esencia. Cada individuo debe decidir cómo manejar ese caos y establecer sus prioridades.
La tendencia actual apunta a una vida donde el estrés y la adicción al trabajo son casi un distintivo social. Muchas personas ven el tiempo libre no como un espacio de descanso, sino como una agenda repleta de actividades, organizadas al detalle y priorizando eventos sobre conexiones reales. La vida social se convierte en un ejercicio de contactos y planificación, más que en momentos auténticos compartidos. Sin embargo, el texto también presenta una resistencia a este fenómeno, destacando la importancia de recuperar la espontaneidad y el disfrute del presente. La autora aboga por una «militancia del hedonismo,» sugiriendo una vuelta a la improvisación y al ocio sin planificación, como una manera de recuperar la libertad perdida en medio del caos de la vida moderna.
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