En el mundo de la repostería, el cheesecake japonés ha capturado la atención internacional gracias a su textura suave y esponjosa. Este delicioso postre se ha convertido en un favorito no solo en Japón, sino también en el resto del mundo. La buena noticia es que prepararlo en casa es más sencillo de lo que parece, proporcionando un manjar que deleitará a todos los paladares.
Para comenzar con esta delicia, se requieren ingredientes básicos: queso crema, huevos, azúcar, leche, harina y maicena. La calidad y frescura de estos elementos son esenciales, ya que influyen directamente en el sabor final de la tarta.
El proceso inicia precalentando el horno a 160 grados Celsius. Mientras tanto, se blanquea el queso crema en un bol y se añade azúcar gradualmente, mezclando bien hasta alcanzar una consistencia homogénea. Luego, se incorporan los huevos uno a uno, asegurándose de mezclar bien después de cada adición para lograr una crema suave.
Con la base de queso lista, es momento de añadir los ingredientes secos. Se tamizan la harina y la maicena e incorporan a la mezcla junto con la leche. Este paso es crucial para obtener una masa sin grumos y con la característica ligereza que distingue al cheesecake japonés.
La mezcla se vierte en un molde previamente engrasado y forrado con papel de hornear. Para evitar que la tarta se agriete durante la cocción, se emplea el método de baño maría, situando el molde en una bandeja llena de agua caliente.
El cheesecake se hornea durante aproximadamente 60 minutos. La clave es estar atento a su textura: debe estar firme pero ligeramente tembloroso en el centro. Una vez fuera del horno, se debe dejar enfriar a temperatura ambiente para luego refrigerarlo por varias horas antes de servir.
Al degustarlo, el cheesecake japonés ofrece una explosión de sabores: la cremosidad del queso y una ligera dulzura, todo en un bocado ligero y aireado. Puede servirse solo o acompañado de una salsa de frutas o mermelada, resaltando aún más su delicioso sabor. Esta receta es una excelente manera de llevar un pedazo de Japón a la mesa y sorprender a amigos y familiares con un postre que es tanto un deleite visual como un festín para el paladar.